viernes, 13 de marzo de 2015

Kingo Nonaka: un japonés en la Revolución Mexicana

La Opción de Chihuahua
Por: Francisco Rodríguez Pérez

El jueves 5 de marzo, le hablamos a mi amigo José Socorro Salcido Gómez, Presidente del Frente Nacional Villista, para decirle que esa tarde en el Museo Casa Juárez, presentarían un interesante libro dedicado a Kingo Nonaka, un japonés en la Revolución Mexicana, ¡un japonés villista!

Acudí a la presentación del libro, atraído por las referencias y las anécdotas: la obra trata de un japonés que curó las heridas de Francisco I. Madero en la Batalla de Casas Grandes; también se asegura que sacó el cuerpo del general Rodolfo Fierro de las aguas de la laguna de Nueva Casas Grandes y, entre otras andanzas, se muestra que participó en las batallas más representativas de la División del Norte, al mando del general Francisco Villa.

Nacido en Fukuoka –entre Hiroshima y Nagasaki, Japón– Kingo  Nonaka, cambió su destino como buscador de perlas en su pueblo, al emigrar a México para vincularse de manera destacada a la Revolución y, posteriormente, llevar una vida de película en Ciudad Juárez, Chihuahua, Tijuana, Baja California, y otros lugares del país.

A partir de su autobiografía o anotaciones personales, compiladas por su hijo, Genaro Nonaka García surge el libro “Kingo Nonaka. Andanzas Revolucionarias”, que se ha presentado en varios municipios de Chihuahua y se presentará también en Coahuila, Aguascalientes y Zacatecas.

José Gabriel Rivera Delgado, Coordinador del Archivo Histórico de Tijuana-IMAC, acompaña al autor en este recorrido nacional para dar a conocer la participación de un japonés en la Revolución Mexicana, un japonés maderista y villista, reconocido oficialmente y condecorado como Veterano de la Revolución. El prólogo de la obra, a cargo de Rivera Delgado constituye una síntesis o resumen de la biografía de Kingo Nonaka. A esa parte del libro me referiré enseguida.

“Tijuana recibió en los años veinte del siglo pasado, miles de compatriotas mexicanos así como extranjeros que vieron en Tijuana una ciudad donde emprender sus sueños de superación económica, personal y familiar.

“Uno de esos tantos casos fue el señor José Genaro Kingo Nonaka, personaje de origen japonés, que llegó como inmigrante a México en 1906; de 1910 a 1914 participó en la Revolución Mexicana, alrededor de figuras relevantes como Francisco I. Madero y Pancho Villa”.

El prologuista destaca que al llegar a Tijuana, una ciudad de inmigrantes, Nonaka se convierte en el primer fotógrafo de la comunidad, al registrar con su cámara, en su estudio y en las casas, instituciones y calles, la dinámica actividad de los tijuanenses de 1923 a 1942.

Sus fotografías, apunta, se han convertido en fundamentales para entender la época de la Tijuana de ese tiempo y han dejado una huella imborrable en la historia de aquella ciudad.

El único hijo que le sobrevive, Genaro Nonaka García, nació en Tijuana el 17 de mayo de 1930 y cuenta con una amplia trayectoria como promotor cultural vinculado a la divulgación de la historia de Tijuana.

Entre 2007 y 2014, don Genaro Nonaka García presidió el Patronato ciudadano del Archivo Histórico de Tijuana, aportando su tiempo, experiencia y recursos de información para trabajar conjuntamente con esta institución en la promulgación y divulgación de la historia de la ciudad.

En el marco de esa vinculación cotidiana surgió la idea y la necesidad de rescatar y dar a conocer la vida de Kingo Nonaka, su padre, especialmente su emblemática participación en el movimiento de la Revolución Mexicana.

Entonces, el prologuista sintetiza la biografía del personaje: Nacido en la prefectura de Fukuoka, Japón, el 2 de diciembre de 1889, el joven Kingo Nonaka llegó a México en 1906, como inmigrante japonés al lado de muchos otros de sus compatriotas.

Su objetivo era trabajar en el cultivo de café en Chiapas. Su arribo fue a  través del puerto de Salina Cruz, Oaxaca. Sin embargo, después de laborar por un tiempo decidió partir hacia los Estados Unidos en busca de mejores condiciones de vida.

Llegó a Ciudad Juárez, Chihuahua, después de tres meses de caminata siguiendo el trayecto de las vías del tren. Establecido en Ciudad Juárez fue adoptado por una señora llamada Bibiana Cardón, quien lo bautizó como José Genaro y le dio educación y manutención.

Tiempo después trabajó como enfermero en el Hospital Civil de Ciudad Juárez durante varios años.

Al respecto existe una anécdota que forma parte de la narrativa de la historia nacional donde participó Kingo Nonaka vinculado con el líder revolucionario Francisco I. Madero.

La noche del 4 de marzo de 1911, llegó Madero a Galeana, Chihuahua, para planear desde allí un ataque a Casas Grandes. Dos días después, el 6 de marzo, Madero atacó Casas Grandes defendida por el coronel Agustín Valdés, pero el ataque fue repelido y los revolucionarios dispersados por el oeste y el sur. Madero resultó herido en un brazo y el ingeniero Eduardo Hay perdió un ojo y fue capturado.

De esa batalla revolucionaria don Kingo será el enfermero que curará la herida de Francisco I. Madero. Este hecho histórico, tiene un contenido circunstancial, o del destino, ya que Kingo había ido a vacacionar, a descansar a Casas Grandes y, de pronto, está tan cerca del líder revolucionario.

“Se trata de un hecho registrado en los libros de historia de ese periodo, inclusive existe una fotografía donde aparece Madero con un vendaje en la mano derecha, pero la anécdota de que fue el enfermero Nonaka quien lo atendió, personalmente, no está registrado en sus páginas”, aclara Rivera Delgado.

Sin embargo, ahí no terminan las andanzas de don Kingo Nonaka en la Revolución Mexicana, ya que hay otras experiencias que a Nonaka le tocó vivir al lado de otros personajes relevantes como el mismísimo Pancho Villa y Rodolfo Fierro, cuyo cuerpo sacó de la laguna de NCG que hoy lleva el nombre del famoso general villista.

En su interesante narrativa don Kingo–rescatada y ampliada por su hijo– rememora cómo conoció a Francisco Villa, y cómo por órdenes expresas del él, se conformó el mejor servicio sanitario de la Revolución Mexicana, que participaría entre 1913 y 1914 en las batallas de Chihuahua, Ojinaga, Bermejillo, San Pedro de las Colonias, Paredón, Torreón y Zacatecas, así como las del Bajío.

En 1915, el capitán Kingo Nonaka, después de sortear diversas acciones de guerra al lado del general Pancho Villa en la sección sanitaria de la División del Norte, regresó a Ciudad Juárez a trabajar en el Hospital Civil. Ahí conoció a la enfermera Petra García Ortega, con quien contraería matrimonio y procrearía cinco hijos: María, Uriel, Virginia, José y Genaro.

En 1919 renunció al hospital y en 1921 se trasladó a residir a Baja California. Anduvo en Mexicali y Ensenada, pero es en Tijuana en donde se quedó a vivir en compañía de su familia.

En esa población fronteriza se empleó como barbero y después laboró en el comercio. Hacia 1924, el señor Nonaka recibió su carta de naturalización como ciudadano mexicano, firmada por el presidente Plutarco Elías Calles.

En 1923 comenzó a tomar fotografías e instaló un estudio fotográfico con lo que ganó rápidamente fama entre la comunidad tijuanense.

En ese contexto, las autoridades de la Delegación de Gobierno lo contrataron para que tomara fotografías a los reos y presos que se localizaban en la cárcel pública, siendo así fundador del Departamento de Identificación de la Comandancia de Policía de Tijuana. Con el fin de mejorar su condición como policía y fotógrafo, estudió por correspondencia un diplomado en “Fotografía, Dactiloscopía, Criminología y Grafología”, por el Institute of Applied Science, de Chicago, Illinois, Estado Unidos, del que se graduó en 1933.

“Entre 1923 y 1942, el fotógrafo Nonaka tomó con su cámara Graflex cientos de imágenes de la Tijuana de los años veinte, treinta y principios de los cuarenta, en especial de las actividades cotidianas de sus habitantes. Por ello, este personaje japonés fue un pionero de la fotografía de la ciudad, ya que sus imágenes se han constituido en clásicas para conocer la Tijuana de ese periodo”, advierte el prologuista.

En ese mismo orden de ideas, recalca que el señor Nonaka era un reconocido miembro de la comunidad tijuanense de la época: sus hijos fueron a la escuela primaria “Miguel F. Martínez” y “Álvaro Obregón”.

Don Kingo era un respetable integrante del Cuerpo de Policía de Tijuana. Pertenecía a la Logia Masónica de los Elks y su esposa Petra a la Logia Minerva; asimismo, formó parte de la Asociación Japonesa de Tijuana. En 1934 creó una escuela mecánica automotriz para dar oportunidad de estudio a los jóvenes de la época.

En 1942, debido a los sucesos de la Segunda Guerra Mundial, don José Kingo Nonaka fue trasladado, al igual que otros japoneses, a la ciudad de México (El autor del libro, descarta que en México haya habido “campos de concentración” para japoneses, como han destacado estudios de la Doctora Chew Sánchez)

En la capital del país Kingo fue uno de los fundadores del Instituto Nacional de Cardiología. Años después se trasladó a Monterrey para laborar en el Hospital Muguerza. Ya no volvió a Tijuana.

En los años sesenta, el gobierno mexicano le otorgó diversas condecoraciones al Mérito Revolucionario como Veterano de la Revolución Mexicana en sus diversas etapas. Ya de regreso en la Ciudad de México, falleció a la edad de ochenta y ocho años, el 8 de octubre de 1977. Sus restos fueron depositados en el Panteón Jardín de la Ciudad de México.

“Los testimonios guardados en el baúl de los recuerdos de su hijo, Genaro Nonaka García, al lado de las anotaciones que en vida elaboró Kingo Nonaka, hoy se compilan y se presentan por primera vez en este libro que consideramos llamará la atención de muchos interesados en la historia de Tijuana y de México”, dice Rivera Delgado.

En fin, la presentación del libro a cargo de Genaro Nonaka y José Gabriel Rivera en el Museo de la Lealtad Republicana Casa de Juárez, el 05 de marzo, así como en Casas Grandes, el día 06 de marzo –en el marco del 104 aniversario de la Batalla de Casas Grandes– fue una excelente narración de los hechos que involucran a un japonés en la Revolución Mexicana, un villista cuya labor seguramente interesará a mi buen amigo José Socorro Salcido Gómez, principal promotor del villismo, quien ha llevado esos ideales en las alforjas y en su memoria.

Sin embargo, la historia de Kingo Nonaka abarca otros aspectos que lo convierten en un personaje atractivo para la Benemeritoria Chihuahuense, en la que seguiremos trabajando con ahínco y entusiasmo.

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