domingo, 23 de noviembre de 2014

J’Fest: una visita al lejano oriente


TAMASHI |

Ésta fue la primera vez que asistí a J’Fest. Desde el año pasado quería ir, pero no se me había presentado la oportunidad, hasta ahora.


A mi parecer, J’Fest todavía no es un evento tan concurrido como la TNT o la Mole, pues es medianamente nuevo (empezó en el 2011) y como se organizó en Expo Reforma (un recinto bastante grande y amplio con una capacidad para aproximadamente cinco mil personas), el lugar se veía vacío (aunque unos amigos que han asistido a más ediciones de J’Fest me comentaron que no es usual que no esté lleno, ¿qué habrá pasado esta vez?).

La mayoría de los grupos que se presentaron en escenario (al menos, aquellos que estuvieron el primer día) no lograron llenar el espacio. Yo noté que la gente estuvo más interesada en comprar y no los culpo porque en esta convención encontré cosas hermosas, creativas y muy kawaii. Algunas estaban a buen precio (por ejemplo, yo compré un lindo llavero de cupcake a sólo $30) y otras no tan accesibles (el arte de amigurumi me pareció ligeramente más caro que en otras convenciones…).

 
 
 

Lo que proliferó fue la venta de ropa y de cremas y maquillaje coreano. Incluso, durante la pasarela Gyaru (término que fue aplicado a las chicas que se obsesionaban por la moda, y cuyo uso se popularizó en los años 80), las ponentes comentaron que J’Fest era más una convención “de moda japonesa” y tenían razón. En casi todos los stands se podía encontrar una diferente variedad de accesorios y ropa femenina, con distintos estilos, colores, texturas y formas.

 

Igualmente, pude encontrar dos que tres stands de comida que ofrecían los deliciosos Pockys (soy fan), peluches y música de cantantes japoneses, pero lo que más me gustó fue una exposición de arte por el pintor Edgar Bárcenas Rosas “Agarwen”, donde además de mostrar sus ilustraciones y pinturas, daba una pequeña explicación de cada una de ellas y tenía su propio stand para que la gente pudiera adquirir su arte, ya fuera en póster o en taza. Pueden visitar su galería y su página de Facebook  para ver más sobre sus maravillosas ilustraciones (yo quedé fascinada).

 
 
 

Otro de los stands que brillaron por su propuesta y originalidad fue, sin duda, la tienda Tatoki, la cual vendía cuadernos, postales artesanales, separadores de madera, sombrillas, fundas para celulares, entre otras cosas.

 
 

A diferencia de otras convenciones, a J’Fest casi no asistieron cosplayers. La mayoría de la gente sólo iba con trajes de colegiala o con orejas de gato. Esta vez no pude maravillarme de ver armaduras o lindos props como en la Mole o en la TNT. Por lo tanto, podríamos decir que J’Fest está más dirigido a la moda, arte, diseño y, sobre todo, a la música por los grupos que se presentan, ya que éstos tienen ya una larga o mediana trayectoria y un club de fans establecido. Igualmente, J’Fest destaca por toda la diversidad de productos asiáticos de moda y belleza que en otras convenciones no son tan fáciles de encontrar. (Por ejemplo, otro de los stands destacados y grandes del evento fue el de la tienda Kinumi).


El recinto de este festival se conformó solamente de tres pisos con un total aproximado de 40 stands. La poca afluencia, probablemente, se debió a que el evento no tuvo muchos invitados internacionales sumamente conocidos (a excepción de Adams). Por otro lado, tampoco hay que olvidar que por alguna extraña y misteriosa razón, en la radio, prensa y televisión mexicana no se dan a conocer estos eventos frikis, pues son pocos los medios que los cubren (por ejemplo, un medio no friki que también se ha interesado por explorar estos universos es la revista Chilango y en cuestión de televisión, además de TeleGeek, el crítico Álvaro Cueva ha realizado varios especiales de anime en su programa Alta Definición, y recientemente habló sobre los K-dramas en su emisión sabatina de Canal 40).


No sabemos por qué estos eventos no son de interés nacional pues, con justa razón, deberían serlo: los cantantes y grupos coreanos y japoneses tienen una calidad escénica y vocal extraordinaria (ya ni se diga coreográfica, basta con ver un video de Super Junior para darse cuenta) y además, es un mercado que genera mucho dinero, ya que comprar memorabilia de nuestros animes y personajes favoritos no es nada barato. ¿Qué pasa entonces? ¿Será el idioma? ¿La falta de difusión e información? Quién sabe, pero indudablemente  J’Fest es un evento que vale la pena conocer y visitar.

No olviden revisar su página para enterarse de sus próximos eventos: J’Fest y su página de Facebook.

 
 
 
 
 
 
 

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